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¿Qué adaptaciones tienen los anfibios?
Adaptaciones de los anfibios relacionadas con su anatomía
Los extremos de los dedos de las ranas arborícolas se han extendido y especializado hasta convertirse en una especie de cojinetes que les permiten trepar por superficies verticales. Sus delgados cuerpos y sus largas patas están adaptadas a sujetarse y brincar entre hojas y ramas.
Las ranas voladoras, propias del sudeste asiático, tienen grandes y palmeadas manos y pies, así como franjas de piel adicionales a lo largo de las patas. Estas modificaciones les proporcionan una superficie extra cuando extienden sus patas y sus manos y pies se abren. Planeando mientras usan estas estructuras como si fuesen alas, las ranas voladoras pueden viajar a considerables distancias entre las ramas de los árboles o incluso planear de un árbol a otro.
La rana mono (Phylomedusa bicolor), propia de la América tropical, tiene los dedos interiores alargados y, como sucede con los pulgares de los primates, se oponen a los dedos más externos. Gracias a ello, estas ranas pueden subir por la superficie de las ramas.
La rana pico de pato (Tripion petasus), nativa de las zonas tropicales de América, tienen una piel muy dura en la cabeza, que está fuertemente unida a los huesos subyacentes. Durante las estaciones secas, estas ranas se refugian en agujeros de plantas bromeliáceas que contienen pequeñas cantidades de agua. Flexionan la cabeza en determinado ángulo para mantenerse seguras en el lugar elegido sin perder agua.
Los anfibios completamente acuáticos tienen muy bien adaptados sus cuerpos al agua. Así por ejemplo, las sirenas y las anfiumas no tienen patas y nadan como serpientes. Las salamandras gigantes tienen cuerpos aplanados y patas normales, se arrastran por el fondo de lagos y ríos y son de hábitos más sedentarios.
Parecidos a las lombrices, los cecílidos (anfibios sin patas) tienen cuerpos musculosos y cráneos compactos para excavar madrigueras.
Muchas especies de sapos tienen un gran tubérculo queratinizado a modo de pala en el extremo interior de cada pie posterior que emplean para enterrarse con rapidez en el barro. Este sería, por ejemplo, el caso del sapo de espuelas. Otros anuros se entierran utilizando sus hocicos puntiagudos e insensibles para cavar túneles con la ayuda de su cabeza, como la rana púrpura (Nasikabatrachus sahyadrensis).
Los anuros (ranas y sapos) tienen sus patas posteriores muy desarrolladas y están adaptadas al salto en las especies terrestres o como órgano propulsor en la natación y para el salto en el caso de las especies acuáticas.
La mayoría de las ranas de charca del género Rana tienen patas traseras y pies totalmente palmeados para facilitar la locomoción dentro del agua.
Adaptaciones de los anfibios relacionadas con su reproducción
La ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) tiene unos hábitos reproductores muy especiales. El macho transporta las larvas en una bolsa bucal hasta que los renacuajos completan la metamorfosis. Este tipo de incubación ha sido observada en los peces, pero no en los anfibios, excepto en la ranita de Darwin.
El sapo partero (Alytes obstetricans) macho hasta que nacen los renacuajos se encarga de transportar los huevos enrollándolos entre las patas posteriores. La rana de Goeldi (Fectonotus goeldii) hembra transporta sus huevos sobre la espalda en una pequeña cavidad en forma de cesta, rodeada de un borde de piel. La rana marsupial (Gastrotheca marsupiata) tiene la particularidad de transportar los huevos, como la rana de Goeldi, pero lo hace en una especie de saco que posee en la espalda, en lugar de llevarlos descubiertos.
El sapo Surinam (Pipa pipa) tiene reproducción ovovivípara, pero es muy especial. La espalda de la hembra queda convertida en un panal en el que las larvas llevan a cabo todo su desarrollo que tiene una duración de 12 a 20 semanas. Para reproducirse, se forma una cámara que recubre cada uno de los huevos individualmente y que queda cubierta por una excreción cutánea algo más duro que actúa como protección. Durante el proceso, los renacuajos que están en cada cámara de incubación desarrollan una gran cola que se encuentra muy vascularizada. Este hecho unido a la gran delgadez de la piel que la recubre, permiten que el intercambio gaseoso entre la madre y cada uno de sus renacuajos sea mucho más efectivo. Cuando han completado metamorfosis, la piel que cubre las cámaras se abre y las crías salen al exterior totalmente formadas.
Las ranas arborícolas muestran un gran número de adaptaciones como respuesta al reto de la reproducción en los árboles. Algunas ranas marsupiales de Sudamérica desarrollan sus huevos fecundados en unas bolsas situadas en la espalda de la madre hasta que se convierten en ranas adultas. De este modo, consiguen reproducirse sin que ningún individuo tenga que abandonar los árboles.
El proteo (Proteus anguinus), el perro de agua (Necturus maculosus) y algunas salamandras acuáticas norteamericanas, como la salamandra atigrada (Ambyostoma tigrinum), son especies neoténicas, lo que significa que nunca llegan a transformarse completamente en adultas sino que conservan caracteres larvales y se reproducen sin haber alcanzado una forma realmente adulta.
Las salamandras completamente acuáticas, que son las de mayor tamaño que el resto, respiran por branquias y tienen aletas caudales típicas de las
larvas.
La cecilia glutinosa (Ichtyophis glutinosus) pone de 10 a 24 huevos grandes en nidos subterráneos y permanece enroscada alrededor de los huevos hasta el nacimiento de las larvas.
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11 diciembre, 2024